viernes, 27 de agosto de 2010

Dallyana Passailaigue “No tengo pretendientes”

Dallyana Passailaigue

“No tengo pretendientes”

Aunque muchos no le crean, a Dallyana los pretendientes no le llueven, no le tocan la puerta, ni le llevan flores… ¡¿Por qué?! Según ella misma nos cuenta, la autenticidad, la irreverencia y la independencia de una mujer pueden resultar en Ecuador altamente intimidantes.

En vísperas de sus treinta es probablemente una de las mujeres más talentosas y versátiles de la pantalla. Sí, y también una de las más hermosas y deseadas de todo el país… No solo por los hombres, no; también por las innumerables ofertas de trabajo, que desde que llegó a Quito hace más de cuatro meses no dejan de hacerle sentir que por fin está cosechando todo lo sembrado.

Dallyana sabe cómo moverse ante una cámara. Su alto potencial de modelo fue muy claro para ella desde que la adolescencia. Sin embargo, a su familia nunca le terminó de agradar esa faceta. Por suerte para ella, para la familia, y para todos nosotros, ése solo es un rasgo de su naturaleza

multifacética. Es Ingeniera Comercial con mención en Marketing; apareció en televisión por primera vez en 2002. Es la segunda de cuatro hermanos, entre los cuales se reconoce como la oveja n

egra. No tiene novio. Actualmente vive en Quito donde participa en el exitoso programa Así somos de Ecuavisa.

¿Tu actitud ha llegado a intimidar a los hombres?

Sí. Ecuador es un país machista. Una mujer luchadora, independiente, autosuficiente intimida. No tengo una lista de pretendientes, como la gente puede pensar, no tengo alguien que esté tocando a mi puerta ni dándome flores.

De todo lo que haces ¿qué es lo que más te gusta?

Todo. Soy hiperactiva por naturaleza, me gusta la versatilidad. Nunca he estado tranquila con una sola cosa, siempre he sido dinámica. Por eso, cuando me invitan a una pasarela, me pongo igual de feliz que cuando hago deporte o presento en la televisión.

¿Dinámica o más bien insaciable?

No. Lo que busco es un equilibrio, que todo a lo que me dedico vaya de la mano. Si hago televisión, necesito hacer deporte para tener un cuerpo en forma, lo que a su vez me permite participar en pasarelas. Soy un rompecabezas, donde cada pieza es importante en la consecución

de mi meta mayor, que es convertirme en la mejor persona que Dallyana Passailaigue pueda ser en esta vida.

¿Cómo es en ‘esta vida’ la realidad de una celebridad y porqué quisiste trabajar esta temática en tu DVD Dallyana al desnudo?

Justamente porque las personas creen que quienes trabajamos en pantalla somos solo aquello que ven en la televisión; pero eso solo es una pequeña parte. En mi caso, la realidad tiene muchas dimensiones. Con el DVD lo que quise fue romper estereotipos del talento de pantalla: gente antipática, fofa, mucho cuerpo y poca inteligencia, cero carisma real. Yo no me identifico con ninguna mujer de pantalla que esté fuera de programas informativos o deportivos. Para mí el resto son caras bonitas, cuerpos bonitos, y nada más.

Y sin embargo mucho de lo que representas se debe a tu cuerpo…

Por supuesto, mi cuerpo es mi templo, y lo

ejercito cada día para estar saludable y ser feliz. Yo no tengo ningún problema de mostrar mi cuerpo, pero con mucho respeto hacia mí misma y al público, con mucha elegancia, tal como yo lo veo. Si alguien lo percibe de otra manera, qué pena. El pecado definitivamente está en los ojos del que ve.


Estoy seguro que de esos ojos hay muchos…

Claro que sí, y no es una situación fácil de manejar, pero una vez más reivindico mi creencia en que jamás voy a dejar de hacer lo que me gusta por las reacciones de los demás. Lo que me gusta de mi profesión es que tengo la oportunidad de mostrar que existe un sano equilibrio entre mente, cuerpo y espíritu.

¿Qué piensas de Así somos?

Para mí es uno de los programas de mayor calidad, producción y contenido a nivel nacional. Muestra a mujeres auténticas, irreverentes, que tienen voz y voto en temas planteados por la gente a diario, pero que casi nunca encuentran espacios de discusión. El simple hecho de que nosotras, que no somos expertas, pongamos estos

hechos sobre la mesa, desde perspectivas tan diferentes, hace que los televidentes se identifiquen con una u otra postura, y a partir de eso existan cuestionamientos y propuestas.

¿Los temas atrevidos no resultan riesgosos desde tu rol como figura pública?

Sí. La conducción de este programa es el deporte de más alto riesgo en el que he estado. Pero más que un riesgo es una responsabilidad. Tener un micrófono en un programa tan visto requiere una preparación y un aprendizaje diario e intenso.

¿Se te ha escapado algo que no querías decir?

He tenido mucho cuidado. Mi papá estaba preocupado cuando entré al programa porque sabía que yo siempre he dicho lo que he pensado. Pero consciente de mi responsabilidad, nunca he dicho algo que pudiera resultar ofensivo o falso o especulado.

¿Qué otros proyectos tienes?

Estoy en clases de teatro en Quito. También estoy estrenando de 4 a 6 de la tarde un programa de radio (Universal, 95.3) que se llama Dallyana al desnudo, donde puedo hablar sin tapujos, irreverente y auténtica. Contraté a una artista quiteña, para que haya equilibrio entre Sierra y Costa.

¿Por qué crees que ese equilibrio es necesario?

Responsablemente he pensado en el equilibrio para enriquecer el programa, porque todavía no conozco a la gente del medio artístico en la capital. Yo podría decir “solo una mona al aire, muy bien”, pero quizá no todos se identifiquen conmigo.

“Mona al aire” suena bien para mí.

De hecho propuse ese nombre, pero el departamento de marketing de la radio pensó que Dallyana al desnudo era más vendedor.

Frases:

“Soy budista, y vivo bajo tres leyes básicas: amar a dios por sobre todas las cosas; hacer el bien sin mirar a quién; y no hacer a otros lo que no quieres que te hagan a ti. Todo lo que me haga feliz, vale la pena. Y yo no vendo mi felicidad a nadie.”

“Desgasta ir en contra de la corriente, tener que dar explicaciones de porqué haces esto o aquello, desgasta el hecho de que algunos viven en la ceguera. El ser humano sabe cuáles son las cosas que nos hacen felices, pero a veces, se niega a hacerlas.”

“Las cosas que he hecho las he escogido de acuerdo a la satisfacción que me han podido dar a nivel personal. Jamás estaría en un programa de chismes, en un programa palurdo, sin contenido, que no sienta que es un aporte a la sociedad. Esto me define.”

Roberto Bonafont

“Soy un transgresor, un rebelde, un viejo hippie, en ese personaje me encuentro bien, soy feliz así, en ese personaje he vivido toda mi vida. Soy la identificación de los que no tienen voz, de los basureros, los colectiveros, los taxistas, el pueblo.”

¿Cómo se aproxima Roberto Bonafont a la literatura?

La literatura sirve para hablar con Dios; es un mal incurable, al que uno se somete cuando es pequeño y las palabras comienzan a seducirlo. Uno se da cuenta de que hay un mundo más perfecto, que es el de las ideas y de las palabras. A medida que uno crece va descubriendo a Kafka, Dumas, Flaubert, Faulkner, John Dos Passos; Juan Rulfo, y sobre todo Gabo, que con Cien años de soledad enganchó a toda mi generación.

¿Cuál es su generación?

La del Mayo francés, Sartre, Camus, la Quinta República, la muerte del Che Guevara.

¿Hay algún libro que le haya marcado especialmente?

La metamorfosis, de Kafka.

¿Se sentía identificado con Gregorio Samsa?

Me sentía identificado con el surrealismo.

¿Hay algo de surrealismo en su estilo?

Algo. En el periodismo deportivo uno dramatiza todo. Salta de un extremo al otro: cuando el equipo pierde, uno se va al fondo del mar a dormir con los peces; cuando gana, uno coge a Dios de las orejas y le da un beso en la frente.

¿Y cómo llega al periodismo deportivo?

He hecho periodismo deportivo desde pequeño. Hubo un paréntesis, en el que hice periodismo militante, rojo —no de crónica roja—, sino marxista. Claro, en los setenta, el que no era comunista estaba loco.

¿Cuál es la relación del deporte con la literatura?

El vínculo de la pelota y la palabra, “la literatura del balón”, es algo fundamental y atrayente; no puede existir el fútbol sin la palabra: el fútbol está hoy mejor publicitado, mejor vendido a través de la palabra, que jugado. Porque usted ve partidos feos, pero la palabra los promociona como si fueran cada uno la final de la Copa del Mundo.

¿Cómo definiría su estilo tan particular?

Uno va armando el estilo con el tiempo, buscando piezas, una frase tras la otra. Río, árbol, sol son palabras simples, pero si uno las conjuga y hace buena sintaxis, suenan bien. Como que a la gente no le basta con que uno diga ‘gol’. Quiere más: la palabra gol es muy corta, por eso cuando se la dice, se le alarga la ‘o’ y la ‘l’, para que dure un poquito más. Cuando se le pone más palabras, más frases, ocurre que se hace más largo el dramatismo, más larga la escena.

Yo tengo un estilo de crítica táctica, yo no despedazo al jugador. Trato de no herir a los jugadores; por ahí alguien no me ha de querer. A uno no lo pueden querer todos, pero la mayor parte de jugadores no creo que tenga queja de mí.

¿El poeta del fútbol?

Poetas son los que pueden hablar con las estrellas, y yo apenas puedo hablar con las flores y con los perros vagabundos. Una frase puede destruir, una frase puede construir. Una frase siempre llega más. Jesús vino acá y habló en parábolas; la Biblia está toda llena de frases hechas; es una filosofía entendible para el más común de todos, y la vida está llena de frases.

¿Su frase icónica “mi ecuador del alma” fue trabajada o salió espontáneamente?

Una vez, hace como 18 años, Ecuador había perdido. Salimos del estadio amargos. Entonces me dije: “Hay que levantar la moral”; iba pensando con qué frase podía hacerlo. Así llegué a: “¡mi Ecuador del alma!” Lo sentí así, y se me quedó. ¿Qué es lo más valioso que tiene el ser humano, lo invencible? El alma, siempre el alma.

¿Hay o ha habido presentadores que hayan influenciado su trabajo?

No. He tenido grandes amigos, pero modelos no.

¿Y ha admirado a algunos?

Sí, pero mejor no pongamos eso, porque la lista es interminable y se van a resentir un montón.

Un estilo único puede ser polémico: hay fanáticos y detractores. Usted fue escogido como el presentado más popular del país. ¿Cuál fue su reacción?

Me sorprendió, porque siempre me critican mucho. En esto, como en cualquier profesión, siempre hay mucha crítica. Yo trabajo para el pueblo, por el que siento un profundo respeto. El pueblo pierde a cada rato, menos cuando nos escucha. Porque ahí por lo menos se ríe, se informa; no somos cómicos, pero también podemos acercarles un poco de felicidad.

También hay detractores. Hay en Facebook un grupo que se llama “No soporto a Roberto Bonafont”, donde la gente lo critica mucho…

Es importante la contra. Lo que no mata fortalece. Los grandes cruceros navegan con mar en contra. Los detractores son gente que está pendiente de lo que uno hace, no de las virtudes, sino de los errores que comete, y eso le ayuda a uno a crecer. También hay que respetarlos. Nunca quiero que la gente piense como yo, nunca, y le agradezco mucho a la gente que me critica.

¿Qué es lo más difícil de ser usted?

Que soy obsesivo, eso me flagela por dentro. Yo siempre me castigo a mí mismo para ser un poco menos mediocre, todos los días.

¿Cómo ve los programas deportivos actuales?

Todos son buenos, excelentes, todos son los mejores (ríe irónicamente).

Ha trabajado en Gama durante ya veinte años; ¿es un amor eterno?

Gama es una novia fea a la que quiero mucho. Pero nunca me voy a casar con ella. El canal no es mío, mañana me pueden botar.

¿De dónde viene el nombre de su programa y libro Pateando Tachos?

De que todo el mundo se cree jugador, todos los periodistas dicen: “¿Por qué no le pegó con la cara externa del pie derecho?” Le dan instrucciones a los jugadores, como si ellos fueran unos tarados. Nosotros no pateamos pelotas, sino tachos. Vamos por el camino pateando tachos de basura.

Le gusta molestar a sus compañeros. ¿Es un compañero difícil?

Ah sí. [Ríe.] Pero yo también me dejo molestar. Nunca me enojo si me toman el pelo, sé que lo hacen sin ánimo de ofender. Eso le quita la rigidez a los programas.

¿Hay alguno que se le haya ofendido?

Algunos se hacen los ofendidos, pero eso es problema de ellos. Si se ofenden, entonces no pueden trabajar conmigo… Yo nunca me ofendo, nunca usted escuchará que yo salgo a demandar a alguien porque me calumnió o me insultó, y a mí me han calumniado e insultado de todos los colores. Cuando yo entré en este negocio me dije: que te insulten es parte del negocio. El 30% de la gente te quiere, el 30% te odia, y el 40% no sabe ni quién eres. Esa es la verdad.

¿Cuál es su lectura del fútbol ecuatoriano?

Es bueno, es un fútbol de jugadores obedientes. A nosotros nos falta una corriente de buenos entrenadores; ya lo probó el “Bolillo”, lo generó Pacho Maturana, y lo completó Luis Fernando Suárez.

¿Cree que hubiera podido ser un buen técnico?

A mí me encanta la táctica, me paso todo el día estudiando táctica y estrategia. ¿Yo buen técnico? Yo soy buen técnico, hablando es fácil [ríe]. Todos mis equipos siempre ganan. El periodismo es el sitio donde uno es entrenador y nunca pierde los partidos.

¿Cómo ve su vida ahora a los cincuenta años?

Yo vivo el presente; conozco gente que tiene 15 años y no tiene proyectos: son viejos. Conozco gente que tiene 50 y tienen muchos proyectos: son jóvenes. Mientras usted tenga un proyecto es joven. ¿Por qué está vivo Fidel? Porque tiene proyectos… Yo no moriré de viejo en una cama, eso se lo aseguro.

¿Cree que está entre la humildad y la arrogancia?

Cuando uno está en medios actúa para la gente. Nunca compren todo lo que yo vendo, nunca, porque puedo estar equivocado, y yo vivo equivocándome, de eso crezco todos los días. El día que no me equivoco no crezco. La victoria es complaciente, caramelera, pero en la derrota, se analiza, se corrige. La derrota sirve más que la victoria. Eso ayuda a crecer.

¿Y usted ha crecido mucho?

Siempre he sido derrotado.