Por Ángel Cahuasquí
Los apogeos culturales del desarrollo humano han estado siempre orientados hacia las elites. Por primera vez en la historia, las transformaciones inmensas del Internet dan esperanza de conocimiento a todos. ¿Pero es una esperanza real?
En el video Epic 2015, sobrecargado por un tono musical algo aterrador, la idea de una sociedad en la que cada quien recibe la información que necesita, cuando necesita, con las sugerencias de consumo específicas para sus gustos o requerimientos, nos causan una luminosidad esperanzadora, dada la oportunidad de las masas de acceder más que en ningún otro momento de la historia a una cantidad de información descomunal.
Las elites han dominado el consumo de la información, transformándola consecuentemente en poder para la dominación (sea material o psicológica) de las sociedades a escala masiva. Al cambiar el rumbo de la oferta, este postulado de la lógica humana se debilita, pierde valor y da luces sobre un futuro que se abre para todos en igualdad de condiciones.
Lo que no lograron los mayores estándares filosóficos, lo lograron por tanto los algoritmos de Amazon y Google. El cuarto poder deja de pertenecer a unos pocos conductores de la opinión y promueve una sociedad de prosumidores, es decir productores y consumidores de una red inmensa de la información y de múltiple, casi inabordable opinión pública.
Las implicaciones son, en términos teóricos, ciertamente positivas. La pregunta que flota sería: al no estar institucionalizada la producción de información ¿qué garantía de calidad se asegura a estos prosumidores? El consumo de información sin filtros, es sabido, conlleva una depredación de los valores sociales y morales, un desvío por el sensacionalismo, la farándula vacía y la pornografía intelectual.
Históricamente la calidad de los flujos culturales ha sido marcada por cánones de originalidad. La originalidad no es patrimonio de las masas, sino de las mentes geniales. En ese sentido, aun cuando la información perdiera el horizonte de los medios como los conocemos actualmente, los golpes de la civilización renovarían irreductiblemente el aparecimiento de figuras centrales en el desarrollo de nuevos modos de información, y por tanto, nuevas herramientas para una elite de poder.
Por tanto, los matices apocalípticos de una sociedad dominada y los matices edénicos de una sociedad informada son falaces. Es probable que la estructura de los medios de información masiva cambie, y que se queden en el camino aquellos que no puedan adaptarse a los nuevos lineamientos.
Pero una estructura de producción de información para la elite dominadora seguirá marcando el paso de las sociedades. En la práctica, no habrá más que un cambio en las formas exteriores. Esencialmente, el patrón de comportamiento civilizatorio será el mismo, independientemente de los algoritmos de Amazon, Google, Second Life, y otros.
viernes, 12 de septiembre de 2008
jueves, 11 de septiembre de 2008
Herejía
No lo disuadió ni la nublada plaza bajo la noche ni los amasijos de cuerpos que estorbaban su paso con la atrocidad de la muerte. Había en su movimiento una densidad mental más monótona y acaso más lúcida. Aunque derrumbado por la humillación y por la estrecha laceración de sus carnes, su pensamiento estaba encaminado a la muralla escalonada con una determinación hasta entonces desconocida, hasta entonces únicamente probable.
Su mano aferraba el pedernal de jade torpemente. El esfuerzo al vencer la aspereza de la piedra húmeda de sangre y la altura le causó una fatiga innecesaria.
Creció su silueta oscura lentamente con la pirámide; desde la base, entre un fango de mutilaciones y vestidos, se lo divisaba alejarse hasta el centro de lo sagrado, esa habitación superior, que no ha visto ninguno de los nacidos con sangre contaminada por Chac.
El vocerío de la selva no aplacó la naturaleza profanatoria; la misma lluvia cálida no lo devolvió a los suelos que están debajo de la piedra del templo.
Desestimó la fuerza de los soldados reales y les dio muerte con prontitud silenciosa. Y entró.
Evadido del griterío y la agitación sacó a la mujer del lecho, la arrastró hacia el filón circular de los sacrificios y le abrió el vientre embarazado. Como el arúspice quiebra los músculos de la hendidura para sujetar las vísceras en qué leer el futuro, él empuñó a su hijo sangrante y todavía latiente y lo levantó desnudo hacia el horror de los Itzamnás, que vomitaron fuego.
Una vez más entró a la habitación divina, pero ya no salió.
Quien lo viera, no podría más que virar la cara.
Su mano aferraba el pedernal de jade torpemente. El esfuerzo al vencer la aspereza de la piedra húmeda de sangre y la altura le causó una fatiga innecesaria.
Creció su silueta oscura lentamente con la pirámide; desde la base, entre un fango de mutilaciones y vestidos, se lo divisaba alejarse hasta el centro de lo sagrado, esa habitación superior, que no ha visto ninguno de los nacidos con sangre contaminada por Chac.
El vocerío de la selva no aplacó la naturaleza profanatoria; la misma lluvia cálida no lo devolvió a los suelos que están debajo de la piedra del templo.
Desestimó la fuerza de los soldados reales y les dio muerte con prontitud silenciosa. Y entró.
Evadido del griterío y la agitación sacó a la mujer del lecho, la arrastró hacia el filón circular de los sacrificios y le abrió el vientre embarazado. Como el arúspice quiebra los músculos de la hendidura para sujetar las vísceras en qué leer el futuro, él empuñó a su hijo sangrante y todavía latiente y lo levantó desnudo hacia el horror de los Itzamnás, que vomitaron fuego.
Una vez más entró a la habitación divina, pero ya no salió.
Quien lo viera, no podría más que virar la cara.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)